06 agosto 2009

1. ESTHER


Se removía inquieta en su lecho. Sabia que no podría evitarlo, pero, hasta que sus fuerzas no cediesen, lo intentaría. Había pasado mucho tiempo desde la última vez.
Aquella noche había sido diferente.
Las luces, el baile, el frenesí, hasta que llegó el vértigo, esa sensación de sed, de necesidad.
La chica no se había defendido, pensaba que era un simple beso en el cuello, un beso cálido y largo. Cuando quiso darse cuenta ya no tenía ninguna razón para resistirse. Su vida se fue sentada en aquel baño de discoteca.
Esta noche era diferente. Ese vértigo le llegó dormida, quizá un sueño, -si es que ella podía soñar-, quizá el calor, -si es que podía sentirlo- pero oyó la llamada, un grito desgarrador desde su interior le hizo incorporarse. Sus enormes ojos se abrieron súbitamente.
Se puso una camiseta de tirantes, unos vaqueros y unas deportivas y salió de casa.
En la calle había varios bares aún abiertos. Era una de las zonas de copas de Zaragoza. Tuvo que andar hasta el paseo cercano, en la acera de enfrente había una amplia zona de aparcamientos. Allí sería más fácil.
No tuvo que esperar mucho. Un hombre se acercaba con las llaves del coche bailando en su mano. Se la quedó mirando lascivamente. No se le había dado bien la noche. Solo beber copas y ni una sola mujer a tiro. No era de extrañar, tenía un aspecto desagradable, sucio y hasta algo de chepa.
Sonrió al pasar a su lado e hizo ademán de decir algo. Además era cobarde. Fue Esther la que tuvo que dar el primer paso.
-Si –dijo mientras sacaba un mechero de su camisa.
-Me das un cigarro también.
-Claro. ¿Que nochecita verdad?. ¡Que calor!.
-Si, no podía dormir, estaba empapada y me bajé a ver si podía respirar mejor.
-¿Vives por aquí?
-Si, hay en frente, en Francisco de Vitoria.
-Que suerte, no tener que coger el coche.
-No lo cojas, vente conmigo.
La reacción de él fue de palpable asombro. Al final se le iba a arreglar la noche. Ligar con esa preciosidad.
Caminaban despacio, el tomándola de la cintura y ella agachándose para poder besarlo. No le gustaba su sabor, era ácido, el exceso de alcohol tenía mucho de culpa.
Nunca lo había hecho tan cerca de su casa, pero ni aguantaba ya a aquél tipo, ni aguantaba su sed. Cuando noto que su mano bajaba al trasero, lo apretó contra ella, lo empujó hacia el hueco de un garaje y le dio su fatídico beso en el cuello.
El perdió el conocimiento mientras le acariciaba un pecho. Tuvo una sensación de desmayo pero ya era demasiado tarde. Lo arrastró hacia un portal y lo dejo sentado, parecía dormido, borracho. La portera del edificio se iba a llevar un buen susto en unas horas.
Comenzaba a amanecer. Regresó a casa y sin desnudarse siquiera se tumbó en la cama. Casi de inmediato estaba dormida.

1 comentario:

Reflexiones de Emibel dijo...

Precioso relato vampírico. ¿Crees que existen los vampiros?
Muy bonito y elegantemente escrito, además dejas que la imaginación del lector trabaje.
Enhorabuena!!

NO A LA GUERRA

  sin comentarios, sobran las palabras, gracias.